La función del miedo está relacionada con la identificación de un peligro, y ante éste las reacciones más probable son la de evitación o huida. La parálisis obedece a los instintos de ocultación ante un depredador, otra forma de evitar el peligro, intentando pasar desapercibido. Hasta aquí nos vale el modelo animal, pero veamos ahora qué ocurre en la mente humana.
Como ya hemos explicado en capítulos anteriores, las emociones se relacionan con unas sensaciones determinadas y facilitan la aparición de unos pensamientos característicos. Cuando la emoción del miedo surge en la mente, los pensamientos pasan a centrarse completamente en la causa del miedo. La intensidad de la emoción condiciona el grado de concentración de la mente en el asunto. Por tanto los pensamientos que ocurran a continuación tendrán todos un aspecto común, que es la evitación o la lucha.
Sin embargo, uno suele creer que son pensamientos racionales y que eso es lo más adecuado, pero es posible que este raciocinio sea principalmente una consecuencia del miedo.
Podemos afirmar sin duda que el miedo es una emoción clave para la supervivencia, ya que nos hace planificar, prepararnos, protegernos y defender a los seres queridos, ayudándonos a evitar los peligros. Pero también puede ser limitante en el sentido de que un miedo excesivo origina otras emociones, que podríamos llamar secundarias, como angustia, tensión, agobio, nerviosismo, inseguridad o desconfianza. En el contexto del estrés, el miedo se transforma en ansiedad, y cuando esta circunstancia se vuelve grave, se puede convertir en un ataque de pánico. Esto ocurre cuando el miedo se nutre de los síntomas del propio miedo en el cuerpo, haciendo creer al individuo que sufre una crisis aguda.
El miedo es también la causa de comportamientos insanos como la impaciencia, la prisa, el perfeccionismo, el sometimiento, la incapacidad de tomar decisiones, la excesiva aversión al riesgo, comportamientos de tipo obsesivo-compulsivo, además de conductas de mentira o engaño.
En ocasiones el miedo se puede desplazar a la rabia, como cuando no hay escapatoria al peligro, lo que puede ser adaptativo, o desadaptativo si el miedo al jefe se traduce en agresividad en el lugar de trabajo, por ejemplo.
Texto extraído del libro: Con rumbo propio. Disfruta de la vida sin estrés. Andrés Martín Asuero.
LOS TRES COMPONENTES DE LA EMOCIÓN DEL MIEDO SON:
COMPONENTE FISIOLÓGICO: temblores, agitación, palpitaciones, tensión en la espalda, hombros y cuello, sudor frío, respiración acelerada, nudo en el estómago,...
COMPONENTES COGNITIVO (de pensamiento): estoy en peligro, no me puedo proteger, me van a hacer daño, me siento vulnerable, soy débil, no tengo el control, no sé qué hacer, se reirán de mí, qué pensarán de mí,...
COMPONENTE CONDUCTUAL: huída, bloqueo y lucha/ataque/defensa
El miedo es una emoción muy arraigada en los seres vivos, una emoción adaptativa y lícita. Seríamos completamente idiotas si dijéramos que no sentimos miedo. De hecho, eso está catalogado como un tipo de síndrome médico (síndrome de Urbach-Wiethe). La incertidumbre de la vida y las amenazas reales del mundo nos hacen sentir pequeños en muchos momentos, por muchas herramientas que tengamos para afrontar el devenir.
Sin embargo, el miedo del que hablamos es otro. Es un miedo irracional que no nos deja avanzar en ciertos aspectos de nuestra maduración, ya que está ligado a experiencias traumáticas anteriores, muy enraizadas en nosotros en los planos fisiológico, cognitivo y emocional.
El miedo que se presenta en la consulta tiene diferentes versiones, pero lo que predomina, bajo una sintomatología diversa, es la sensación de carecer de poder personal, una incapacidad de sentir una confianza profunda hacía uno mismo, lo que provoca que nuestra mente tome el control de nuestra vida y se vuelve hipervigilante. Conlleva un arrinconamiento de otras formas de funcionamento personal, que quedan invalidadas ante la necesidad de asegurar aquello que debemos proteger ( el yo en sus diversos formatos de definición de uno mismo: valores, creencias, recuerdos de experiencias que nos caracterizan...; relaciones, modus vivendi, entre otras). Así, el pensamiento lidera nuestra estrategia cotidiana de encuentro con el mundo.
En nuestra sociedad occidental prima el pensamiento ante la emoción. Y esto se puede considerar disfuncional si esta forma de proceder inhabilita atender más allá del pensamiento, ya que nos instala en una prisión. Ciertamente, una consecuencia de ese miedo es la ansiedad a la que nos induce la amenaza de ese cambio y la sensación de no tener las herramientas necesarias para hacerle frente y sentirse incapaz de gestionarlo.
Pero, ¿de dónde parte esa sensación? es cierto que una situación impactante, imprevista, que nos ha sorprendido de manera no grata, puede suscitar miedo. Tanto es así, que los efectos del estrés postraumático son perturbadores, como mínimo, incluso, devastadores para la persona en algunos casos.
Atendiendo a estas circunstancias u otras, es habitual encontrarse en la consulta con que la persona que siente miedo no se ha sentido suficientemente protegida o valorada en momentos esenciales y dramáticos de su vida. Ello le ha llevado a experimentar desprotección, impotencia y, en algunos casos, poco valor personal.
Puede ocurrir, que esa persona no dijo lo que le sucedía para proteger a quienes le debían proteger, bien porque sentía que eran frágiles, bien por no romper vínculos familiares (por ejemplo, en los casos donde han habido abusos). Pero lo más relevante es la sensación ante la incertidumbre o la amenaza de sentirse insignificante para enfrentarse a ello, por fuertes y valientes que se hayan mostrado en circunstancias de peligro real. Por tanto, el tema de la vinculación en el miedo es un elemento esencial para su resolución, así como asumir el propio cuidado y amparo.
La Dra. Mª Jose Pubill describe en su libro con mucho acierto y creatividad al miedo como el encierro del self. Nos cuenta que nuestro yo (self) funciona como un soldado que, desde su atalaya, se dedica a vigilar a los enemigos que puedan asediar las defensas del castillo. Pero, al mismo tiempo que lleva a cabo esa función, el soldado está encerrado en la torre, ocupado en la salvaguarda de esos muros y, por tanto, no puede dedicarse a cosas más interesantes y enriquecedoras para el yo, que vive también tras esas murallas. La duda es el paseo de la guardia: de un lado a otro sin parar, sin tomar decisiones, no vaya a ser que eso introduzca un riesgo, un cambio; no sea que algo suceda en la tranquila o intranquila existencia de quien vive con miedo.
De este modo, no es de extrañar que uno de los formatos de presentación del miedo sea la obsesividad en sus diferentes variantes: pensamientos intrusivos, fijación porque se tiene una sintomatología física o emocional que nos hace creer que no somos suficientemente correctos, compulsión por hacer algo, duda ante una decisión que nos tiene atrapados,...
La ansiedad suele ser compañera del miedo, ya que ambas emociones comparten la sensación de amenaza: la incertidumbre es el nexo que pone el sistema emocional en alerta.
Así mismo, las fobias y las hipocondrías, suelen ser fieles reflejos del miedo. Las primeras son la focalización de ese miedo en algo que es la máscara que metaforiza un miedo más identitario o vital (sentirse atrapado en una relación, no saber construir un proyecto vital, bloquearse ante el siguiente paso en la nueva etapa de nuestro ciclo vital...). Las segundas nos muestran la indefensión ante lo desconocido. Las enfermedades, como algo que nos ataca y nos hace sentir débiles e inseguros, son el puente hacia la fragilidad que sentimos como seres humanos.
Encerrarnos en el miedo es tener una legión de soldados vigilando, lo que paraliza nuestra existencia ante la alerta de protección.
Texto extraído del libro: Guía para la intervención emocional breve. Un enfoque integrador. Dra. María José Pubill.
El miedo es una de las emociones más escurridizas, más complicada de identificar bajo mi entender. No estoy hablando del miedo ante un peligro ya sea real o imaginario (pero real para la mente), estoy hablando del miedo que está en la base de la sintomatología ansiosa, depresiva, obsesiva, límite, narcisista, etc. Ese miedo se forja en los orígenes de nuestra existencia, es parte de cómo percibimos al mundo y cómo nos percibimos a nosotros mismos. En nuestras experiencias tempranas se incorporó esta emoción sin posibilidad de escapatoria, sin alternativa a la lucha o a la huida, sólo quizás alternativa al bloqueo. Y cuando el cuerpo está bloqueado, la mente actúa generando todo tipo de estrategias para disipar y distraer la experiencia inmediata, para sobrevivir en un ambiente que el niño no puede procesar en ese momento. Estas estrategias pueden ir desde los pensamientos rumiatorios, repetitivos y intrusivos hasta comportamientos agresivos hacia los demás o auto-lesiones, pasando por un espectro de sintomatología diversa. Lo que ocurre, es que cuánto más estrategias construye la mente para distraerse del miedo y de la experiencia perturbadora que lo provoca, más sólido es el síntoma y más lejos está persona de comprender qué le ocurre de verdad.
**Por supuesto, cabe matizar, que la construcción de una sintomatología depende de muchos factores y variables, y cada caso es diferente e idiosincrásico.
Existen muchas propuestas y líneas de tratamiento diversas que abordan estas problemáticas. Y la persona que identifique y quiera trabajar su problema, podrá encontrar un abanico de distintos profesionales que abordarán de diversa manera su demanda.