Imagina que estás en la cima de una montaña y que frente a ti pasa una carretera, por la cual transitan muchos coches. Tu propósito es parar el tránsito.
La primera opción que eliges es bajar la montaña y ponerte en mitad de la carretera para frenar a los coches y así parar su circulación. ¿Qué sucede?
Que los coches te han intentado atropellar en varias ocasiones. Estás en medio de un montón de coches y estás atrapado y además corres peligro de ser arrollado por uno de ellos. Y te das cuenta de que de esta manera no puedes parar el tránsito.
La segunda opción que eliges es quedarte en la cima de la montaña y observar desde ahí la circulación de los vehículos. Al principio sólo ves coches y coches que pasan y se van y vuelven a pasar más. Y tu estás lejos, en la distancia, observando el tránsito, sin meterte en el medio, sin involucrarte, sin quedar atrapado. Y poco a poco te das cuenta que los coches son cada vez menos frecuentes y que ya no pasan tantos, y que poco a poco el tránsito disminuye y si pasa algún coche, simplemente pasa y se va....
Esto es una metáfora de lo que ocurre en la mente cuando practicas Mindfulness. Los coches son los pensamientos, y tú puedes elegir o zambullirte dentro de ellos, rememorando el pasado o el futuro inexistente, creando estados emocionales distintos al presente que estás experimentando, o por lo contrario, puedes elegir, mediante la respiración consciente dejar pasar esos pensamientos y mirarlos en perspectiva, ver como vienen y como se van: así entrenas al músculo de la mente para mantener el espacio mental, la calma y aprendes progresivamente a auto-regularte y gestionar con más consciencia tus pensamientos y emociones.